Frustrado
Sònia y Mª Lluïsa empujan cada día, y sí... Se sienten realizadas.
Mucho se ha debatido entre realización personal y realización profesional, y si bien es cierto que lo primero puede contribuir a lo segundo de la misma manera que lo segundo puede incidir en lo primero, la realidad es que de la misma manera pueden estar ambas cosas absolutamente desligadas.
Estamos ante un conflicto de expectativas.
El mundo siempre ha ido al revés, cuando con lógica inmadurez te toca decidir hacia donde dirigir académicamente primero y profesionalmente después el resto de tus días, te falta base para tal decisión, y cuando tienes claro que debería haber sido de tu vida, no te queda casi camino por recorrer, y ya se sabe que hacia atrás el ser humano no puede proyectar.
Es como la posibilidad de vivir intensamente y sin medida: Cuando consumirías tu existencia como un salvaje y sin aliento, no tienes un euro, y cuando consigues atesorar algún dinero, te falta aire para ni tan siquiera caminar.
Que gran cabronada...
Y luego, el puto entorno...
“Tienes que licenciarte o no serás nadie”. “Esfuérzate o acabarás haciendo de camarero”... ¿Les suena?
¿Sabe el imbécil que pueda pronunciar semejantes sandeces, la de hombres y mujeres insignes, cultivados en el esfuerzo, sensibles y portentosos que jamás pisaron una universidad, ya sea por imposibilidad o por muy consciente decisión?
¿Sabe igualmente ese infeliz, lo complicadísimo y complejo que puede resultar servir “comme il faut” un comensal y conseguir a partir de ese trato el despegue de un negocio de restauración?
Donde está el problema, entonces?
Hemos creado una sociedad estereotipada, donde a partir de la tontería, se ha creado un estado de frustración colectiva. Hemos provocado que el camarero no quiera ser camarero, que al electricista le dijeran que su oficio era un escondite de ingenieros fracasados, y que el ingeniero, en realidad, lo sea porque lo fue su padre y tal vez sería más feliz en una empresa de instalaciones eléctricas o simplemente sirviendo de cara al público, que es en realidad su sueño frustrado.
Antes la gente vivía y disfrutaba de sus oficios, ahora les hemos hecho creer que están ahí por no poder optar a escalas teóricamente, sólo teóricamente superiores.
¡Bah!
¿Y las amas de casa que pueden y que disfrutan voluntariamente de su condición? A soportar improperios clasistas de rizadas, progresistas y bermellonas melenas que ni entienden ni enaltecen la digna lucha del feminismo.
Como Sònia, MBA en Empresariales e Imagen y Sonido, o Mª Lluisa con altos estudios en Publicidad y Márketing, que un día decidieron ver transcurrir la vida desde su casa, el supermercado o la mesita de un bar, siendo ellas, ellas sí... Felices.
Palabra de galeno