El más pequeño.
Leía no hace mucho, que una rana colocada en un recipiente con agua fría y puesto sobre el fuego, no percibe el incremento de la temperatura del líquido elemento ya que su piel se adapta a la temperatura, con lo que no percibe tampoco el peligro.
Si esto es así, que parece que lo que es, acabará bien chamuscada ya que no intentará en ningún momento huir, y su triste final será cuestión de unos minutos.
Nosotros, claro, no somos ranas, y no les deseo ese final, pero tenemos muchísimo más en común con el batracio de lo que muchos puedan llegar a pensar.
Queda más que demostrado que, para lo bueno y para lo malo (especialmente en tiempo de crisis), nuestra capacidad de adaptación resulta asombrosa. En parte, nuestro cuerpo ya está morfológicamente preparado para adaptarse a los agentes externos: Nuestra visión se agudiza con la falta de claridad, nuestra capacidad olfativa ante la falta de olor, nuestro paladar se adapta con suma facilidad a gustos extremos como nuestros oídos se adaptan tanto a volúmenes exagerados, mitigándolos, como a susurros, agudizando su poder.
A diferencia de la rana, la adaptabilidad en el ser humano, lejos de suponer un peligro, suele suponer el equilibrio emocional para mantener unos parámetros de felicidad más o menos estable, si no viviríamos constantemente en un carrusel interminable de euforias y depresiones.
Tener la cabeza bien amueblada es eso, ni vivir en una búsqueda interminable y frustrante del placer, ni apalancados en nuestra desdicha.
Siendo cierta toda esta reflexión, ¿Dónde se encuentra la verdadera felicidad, con la que está cayendo? Y la respuesta la hallaremos, con permiso de Abraham Maslow, en la satisfacción de nuestras necesidades en sentido amplio, y no nos engañemos, cuanto más modestas sean éstas necesidades, más fácil será alcanzar el deseado objetivo del bienestar personal.
Los humanos somos tipos muy raros, y aunque parezca increíble es más dichoso un ciudadano de Dakar en estado de casi supervivencia si puede dotar a los suyos de lo imprescindible, que un ejecutivo de la City londinense que tiene como referencia al engominado que ocupa el despacho de delante y se obsesiona con el brillo del Bentley de su vecino, y que él no puede alcanzar.
Seamos un poco rana y adaptémonos sin llegar a ser tan bobos de no percibir el peligro del entorno. Luchemos por la mejora (¡faltaría más!), pero seleccionemos realmente por lo que vale la pena sufrir o gozar, perder o ganar, y eso pasa por apreciar, mucho más el brillo de la sonrisa de mis hijos, que el de la carrocería pulida de un trasto con cuatro ruedas de algún necio desconocido y repeinado.
Palabra de galeno
Jefe, eres un caso fenomenal.
ResponEliminaComo puedes tener esa facilidad para indignarme a veces o para emocionarme, otras.
Me declaro entregada fan de este espacio.
¿Das alguna charla o similar alguna vez en Madrid? Si es así, !!!no dejes de anunciarlo!!!
En Madrid?
EliminaPues no está en agenda! En todo caso, me encantaría!!! Este mundo nuestro es mucho más que Barcelona: Madrid, Paris, New York, Buenos Aires...
Donde haga falta!
Gracias, anónima!
Dr. M.
com magrada com escrius;)
ResponEliminaHola Sílvia!
EliminaJe je... Y a mi que me encanta saberte ahí!!!
Besitosss
Dr. M.
Si el de la fotografía es realmente tu hijo pequeño, tu eres atractivo pero tu hijo es la releche!
ResponEliminaAnónima aragonesa
La verdad es que con este se rompió el molde! Una maravilla de niño y además bueno, bueno, bueno...
EliminaGracias, anónima aragonesa!
Dr. M.
Luis,
ResponElimina" Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía.¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó"
Calderón de la Barca
Nota a la anónima aragonesa: como Presidenta Meritoria, Honorífica y Vitalicia del “club de fans del niño” puedo afirmar que:
a. sí, es hijo de Luis
b. el niño es la “releche”
c. todos los chicos de la familia lo son. ;)
X.X.X. Meri
Felicidades por el post Dr. Màrqueting.
ResponEliminaDesgraciadamente en estos momentos y continuando con tu metáfora hay "muchas ranas chamuscadas". Vivimos tiempos difíciles, pero es necesario recuperar la "esencia"; aquellos valores que no cotizan en bolsa pero que alimentan nuestra alma y nos permiten gozar del bienestar emocional para seguir adelante.
Ahora ya estamos fuera de la llamada "zona de confort" de manera que o te adaptas o te adaptas. Y la mejor manera de adaptarse es a partir de la aceptación (que no resignación), el reencuentro con nuestros valores más reales y la motivación para seguir adelante.
Gracias por tu interesante reflexión y por ayudar a que otros abran los ojos y salten...
Seguim en contacte!
Benvolgut Dr,
ResponEliminaaunque desgraciadamente ya podemos ver en nuestro entorno que las dos bases de la pirámide de Manslow (fisiológicas y Seguridad) ya no estan siendo cubiertas, es cierto que la sonrisa de nuestros pequeños nos alimenta el alma y nos empuja para no decaer. Aun así, no sé si cuando haya pasado todo (que pasará) y conociendo la naturaleza humana, un gran sector de la humanidad continuará siendo una rana pues dudo que se hayan leido el Tao Te Ching, ni conozcan a Lao Tzu.
Una abraçada,
Ivan
Bona tarda, Carme!!
ResponEliminaAmb signatura? Bieeeeen
No puedo coincidir más contigo. Hemos corrido mucho, demasiado... Tal vez ha llegado la hora de pararse a pensar en lo que realmente nos llena, verdad?
El consumo por él mismo copó no hace tanto esa escala. Hoy, ha pasado a ser un placer superficial.
Me encanta que estés ahí
Un beso
Dr. M.