La playa es Satanás.
Hablábamos el otro día con unos colegas sobre los aspectos decisivos que tendrían a bien analizar los expertos de Barcelona World o EuroVegas a la hora de decidir un emplazamiento y la posterior millonaria inversión necesaria para su implantación y explotación, en un territorio determinado del aún, Estado español. Más allá de si camparán o no a sus hanchas señoritas de buen ver ofreciendo sus servicios, y no precisamente de asesoría jurídica, o el humo de Montecristos, Cohibas o simples Marlboros, que parece haberse convertido en el gran debate fundamental (y que particularmente más que un debate me parece una estupidez frente a la magnitud que supone un monstruo de generar riqueza de estas características), el quid de la cuestión es qué ofrecer para que destinen aquí sus lustrosos dólares que traerían consigo un determinado y no explotado turismo paralelo, puestos de trabajo y, lo que es más importante: Tributos en beneficio de todo el país. Mis contertulios esbozaban sus cábalas, según mi humilde parecer con nula aplicación de un básico marketing estratégico, ya que el gran argumento que defendían para mostrar la bondad el territorio catalán como lugar idoneo, era ni más ni menos el atractivo que podía suponer su majestad la playa.
Pero no, amigos.
La playa es Satanás.
¿Por qué? Preguntarán ustedes...
Y es bien sencillo. Estos centros de juego y ocio multidisciplinar, tienen un claro y único objetivo: Recaudar a partir de una amplia, amplísima oferta de servicios de ocio, distracción, juego y deportivos, o lo que es lo mismo: Vaciar el bolsillo del huesped y llenar el bolsillo del amfitrión. ¿Y que tiene eso que ver con la playa? Muy sencillo. Nuestras playas son por ellas mismas un espectáculo, una sorpresa, un divertimento y horas y horas de ocio donde perderse retozando como un langostino sin gastar ni un céntimo de euro.
¡Mal negocio!
Mientras en otros lares, el visitante debe acudir cual ratón siguiendo al flautista de Hammelín al indispensable dispendio para pasar las horas, aquí en la costa catalana, miles de visitantes no pasarían del consumo impulsivo de alguna cervecita o, a lo más, algún mojito de ron barato en horas y horas de asueto...
¿Me siguen?
Mal negocio para los magnates americanos poner al alcance de sus huéspedes una diabólica playa donde éstos puedan remojar sus grasientos culos, sin más dispendio ni gasto que el de un preciado y precioso tiempo de estancia, y el de su propia epidermis.
Palabra de galeno