Bondad
Vaya por delante que no me considero un purista en casi ningún terreno, y menos aún en el de mi propio campo de actuación profesional... Pero hoy les invito a reflexionar conmigo, juntos, incluso revueltos…
¿Me acompañan?
Me voy a referir al niño o niña en la publicidad, pero ¡Ojo! Solo como prescriptor publicitario (Como receptor, ya lo abordaremos en otra ocasión…)
Hay poca regulación aún sobre la utilización y presencia de la infancia en los contenidos publicitarios, y de la misma manera que los reguladores son absolutamente laxos en cuanto a la presencia de niños en productos destinados a ellos, en aquellos en que los tiernos infantes no son ni target objetivo, ni receptores naturales, curiosamente aparecen también como prescriptores habituales, y además de forma masiva.
¿Qué sucede?
Cojamos al azar un producto bien alejado a un menor, el que ustedes prefieran... Un coche por ejemplo, y analicemos 10 cualidades que se esperan de una nueva referencia en el mercado del automóvil:
1.- Que sea seguro, 2.- Que sea atractivo, 3.- Que sea divertido, 4.- Que sea emotivo, 5.- Que sea decente, 6.- Que sea respetuoso, 7.- Que sea ecológico, 8.- Que sea confiable, 9.- Que sea amable a los sentidos, y 10.- Que sea bello
Y sin darnos ni cuenta, háganse la pregunta: ¿Hay en el mundo algo más seguro, atractivo, divertido, emotivo, decente, respetuoso, ecológico, confiable, amable a los sentidos y bello que UN NIÑO?
Las bondades y los atributos cualitativos de cualquier producto que deseemos explotar van a ser coincidentes con los que se atribuyen a un ser puro que aún no ha pasado el duro filtro de la vida... ¡Vaya dilema!
No nos engañemos, hasta un sofisticado y complejo fondo de inversión resulta más fiable y confiable con un angelito bondadoso de enormes ojos azules sonriendo a la pantalla, y ni los marketers, ni mucho menos los publicistas son ajenos a tanto poder...
Los profesionales de la creatividad somos el emisor primero, con nuestra responsabilidad psico-social, pero también con nuestra obligación por alcanzar los objetivos del cliente. Tras el emisor, existe el canal: Cualquier medio de comunicación y/o distribución masiva de información. Y al final del proceso, se encuentran ustedes que deberán decodificar nuestro mensaje de forma consciente o inconsciente y hacer la interpretación que nosotros pretendemos, y que ésta les conduzca en una alfombra mágica de seducción, al punto de venta más cercano.
Muchas veces me ha referido en este espacio a que, en un mercado publicitario cada vez más exigente, ya no concibo una campaña sin objetivos emocionales que hagan reaccionar al consumidor de manera vivencial.
Si este es mi credo, y lo es, el niño es un vehículo infalible. Lo siento. No el único, naturalmente, pero uno extremadamente eficaz, y en todo caso el protagonista del post de la semana.
Y mientras muchos de ustedes criticarán la explotación de esas angelicales presencias en los más diversos soportes publicitarios, sin darse puta cuenta caerán presos a tanta bondad, tanta dulzura y tanto amor, y es que ustedes, los más críticos, son… “pobrecillos” también los más vulnerables.
Espero no me lo tengan en consideración…
Palabra de galeno.