(Espero, por una vez, concidir con mi buen amigo Einest, al que jamás contento con mis ideas, y menos aún, con mis posts en este blog.)
La publicidad, auténtico motor del capitalismo moderno, ha ido experimentando desde sus orígenes una metamorfosis incesante.
Comparar las estrategias publicitarias actuales con las de hace 50 años es un ejercicio que practicamos habitualmente en escuelas de negocios y resulta no solo de lo más ilustrativo, si no de lo más cómico. Se dice que el mundo actual es demasiado materialista y la publicidad así lo demuestra...
¿Cierto? ¡Rotundamente... No!
Si así fuera, bastaría con mostrar publicitariamente “lo material” para vender (el bien, el producto o el servicio), y es exactamente lo contrario a lo que sucede.
Si no encuentras puntos inequívocos de relación y asociación, entre tu producto y algún valor emocional del consumidor al que te diriges, no solo quedas fuera de la partida, si no que el consumidor va a ningunearte hasta tu desaparición. Relaciona tu producto con la magia, el deseo, la solidaridad, la pasión… y seduce con la ilusión, solo así llegarás a formar parte de su vida.
¿Qué somos seres racionales…? No me hagan reír, por favor… ¡Eso no es cierto!
Si así fuera viviríamos en hastiosa armonía y equilibrio, y… como que no, ¿Verdad?
Somos, nos guste o no, inmensamente más emocionales que racionales, y así nos va… que andamos felizmente enchufados al desvarío y a la improvisación.
¿Recuerdan el post sobre neuromárketing? Ahí vamos a parar una y otra vez como zombies sin voluntad propia. A más aspectos emocionales, más conexión neurológica y por consiguiente más deseo de posesión, y poco a poco, el “Qué muestro” (producto) va pasando a un segundo plano respecto a “Cómo me muestro” (publicidad).
Hoy la batalla creativa y publicitaria entre anunciante y consumidor, se libra en vender vivencias, en asociar ilusiones, en compartir valores, en respirar juntos... y el anunciante anda loco por conseguir que su marca se convierta en “Lovebrand”, marcas que todos tenemos asociadas en positivo a nuestra vida y que tienen la capacidad de generarnos no solo confianza si no sueños y bienestar, marcas que incluimos en nuestras emociones y que en muchas ocasiones nos retornan, con añoranza y cariño, a un momento especialmente dulce en nuestra vida: La niñez.
Anunciante… ten esto claro, clarito, claro… Llegarás a mi bolsillo, pero antes, recuerda pasar a saludarme por mi corazón...
Palabra de galeno.