dimecres, 21 de novembre del 2012

MIRAR UN TAXI PARA HACERSE RICO


                                                   Mirar, mirar y mirar

Un amigo de este espacio, Fernando Soto, con negocio en Las Rozas (Madrid), me solicita esta semana por mail si puedo aportar un poco de luz (pobre de mi) en la dirección de incrementar las ventas de su empresa. Lo cierto es que no tengo más información que su petición abierta, pero le daré mi opinión (solo me limito a eso cada semana) sobre algunas claves genéricas respecto a la optimización general del esfuerzo comercial.
La primera clave en un momento tan delicado como éste para la inmensa mayoría de los trabajadores, es tenerlos más que nunca en consideración. El mayor valor de una compañía no es el cliente, es el profesional que la hace latir y por lo tanto la prioridad primera será considerar a sus trabajadores como clientes internos satisfechos para conseguir, que dentro de las limitaciones existentes, se sientan importantes, referentes y fundamentales. Básicamente porque lo son.
Una segunda clave es olvidarse de las utopías. Pretender satisfacer el 100% de las necesidades del 100% de la masa consumidora alcanzable es directamente imposible y un mayúsculo disparate. Centrarse en nichos y mercados más pequeños y especializados suele ser la fórmula para tocar con los dedos los más deseados objetivos. Si su empresa ya está conformada e instalada en mercados extensos, reinvéntese, y sin dejar de explotar ninguna de sus líneas, segmente su empresa en parcelas más pequeñas, más autónomas y por lo tanto más competitivas.
La tercera clave es simple: Huya del precio como factor de decisión. En mercados amplios y en tiempo de crisis, se dinamitan los precios hasta llegar a trabajar para el mismísimo Satanás. Cuanta mayor competencia tenga (es decir más amplio sea su espacio de actuación) más difícil será aplicar márgenes de beneficio. Láncese a la caza de la especialización, minimice así su competencia, y muestre al mundo que tiene la mejor oferta en sentido amplio (calidad, distribución, atención post-venta, conocimiento de las necesidades, poder de prescripción y consejo, etc…)
Y finalmente mire, mire y mire que sucede a su alrededor antes de dar un paso en falso. Mire, mire y mire, ya que solo nos limitamos a ver, no a mirar. Y si no entiende de qué le hablo, le propongo un juego a mis lectores de Barcelona (y de cualquier otro lugar): De que color es un taxi en Barcelona? Negro y amarillo, muy bien. Pero díganme… Han visto ustedes millones al largo de su vida. Millones.
Pondrían la mano en el fuego asegurándome que parte es amarilla y que parte del vehículo es negra? Las puertas? el capó delantero? Los parachoques? el capó trasero? las puertas enteras o solo hasta el cristal? El techo tal vez?
Sean sinceros, no se jugarían ni un guisante con certitud, y eso demuestra que han visto millones, pero no han mirado ninguno!
Palabra de galeno

dilluns, 12 de novembre del 2012

UNA CAJERA DE SUPERMERCADO ES LA CAUSANTE DE LA CRISIS


                                                                                             Imagen simulada


Supermercado “Día” del carrer Mandri de Barcelona.
Cruzo el umbral.
A la entrada, doy las buenas tardes a una cajera mal teñida de color burdeos que obvia mi acceso mientras teclea un “androïd” gastado por el uso.
Ella desprecia devolver el saludo, “supongo que ni me ha oído”, pienso, y naturalmente no le doy importancia alguna.
Casi una hora más tarde, voy acabando mis compras acompañado de mi hijo PV de poco más de 2 años de edad, un diminuto terrorista del consumo que hace pequeño el estudio que demuestra que es mucho más económico comprar con una lista escrita y sin niño, ya que en caja, la ausencia de la primera y la presencia del segundo, pueden llegar a incrementar el saldo final de gasto en un 35%.
Justo antes de empezar a colocar los productos en la cinta de caja, recuerdo que me impresiono viendo mi carro, ya que está a reventar, y me digo a mi mismo que es más propio de una de esas señoras orondas con chándal de tactel y tacones negros, que se pueden ver fácilmente en Carrefour un sábado al mediodía, que de lo que se supone que debería ser el carro de un ejecutivo cuarentón, con pocos pero seleccionados y caros productos light combinados con las referencias lógicas del consumo infantil.
Voy colocando los productos torpemente en la insaciable cinta, mucho más despacio de lo que es capaz de leer el lector de la falsa pelirroja, con lo que rápidamente el contenedor final se llena de artículos hasta desbordar.
Una vez finalizo, le solicito bolsas.
“¡Cuantas!” me responde con cierta agresividad.
“Como lo voy a saber...” pienso, y le digo ya un poco molesto ante tan poca amabilidad acumulada: “Las necesarias”.
Me pone 8 (tienen buen ojo para eso), e incrementa en 4 € la cuenta (a este precio... ni que fueran inscritas con “Jean Paul Gaultier” en vez de “Día”, no?)
Ya un poco harto, ella vuelve a su smartphone mientras yo me dirimo entre productos, bolsas y el niño, que sigue decidiendo llenar la cinta de nuevos productos contra mi voluntad y bolsillo, y le pregunto:
“¿Ya ni ayudáis a rellenar las bolsas a los clientes, teniendo en cuenta que no hay nadie detrás?”
“No señor”, contesta con desdén, “Ya no se hace, si fuese una persona mayor que no puede, vale, pero no es su caso”, me espeta
Y ahí, ya reventé:
“Mira Lorena (lo ponía en su placa)... “¿Sabes por qué estamos con el agua al cuello y por qué hay crisis? No es por la crisis del sistema financiero, el incremento de costes de la sociedad del bienestar, la acogida de millones de emigrantes o la urgente revisión del sistema capitalista, como cuentan por ahí. La crisis nos está matando por la falta de implicación, por el nulo respeto por las responsabilidades profesionales, por los trabajadores que hacen de su día a día una oda al mínimo esfuerzo habiendo en la calle personas que se matarían por hacer bien tu trabajo. Resumiendo... tú, y solo tú, eres la causante de la crisis que nos azota!”
Sin responderme, y más impresionada por mi cara de mala leche que por mi reflexión, que no ha entendido, se apresuró en ayudar en todo cuanto precisé deseando mi pronta marcha, para seguir con su WhatsApp.
Lo más triste? La historia es verídica.
Palabra de galeno

dimecres, 7 de novembre del 2012

¿QUE NOS PASA EN LA BOCA?

                                                    Bocas invadidas de tontería

Nos hemos vuelto idiotas.

Tenemos, tanto en el castellano como en el catalán, dos joyas lingüísticas incunables y las estamos, ambas, machacando sin contemplación.
En la totalidad de sectores, pero en especial en el del marketing, la irrupción de los términos anglosajones en el ámbito de los negocios es tan exagerada como ridícula.
Ya sé que no es nada nuevo, y de hecho es una moda tan antigua como el propio vocablo “marketing” pero la extensión cuantitativa y desbocada me exige hacer un llamamiento a la cordura.
No sirve el pretexto de la universalidad o la globalización, ya que en infinidad de casos, la aplicación descontrolada del uso de vocablos ingleses y/o americanos se produce (y se oye) en empresas y entre empresas con nula presencia internacional.
Me harta.
¿Es necesario que me ofrezcan un “fee” cuando me insinúan una mierda de comisión, que además no resulta legal?
¿Cuando hablan de mi experiencia y conocimientos, tienen que marearme con que si mi “know-how” es sorprendente?
¿Con lo sencillo que es hablar de la marca, por que ponen cara de interesantes refiriéndose a la “brand”?
¡Si se han quedado sin un puto euro, que dejen de marear con el “cash-flow”!
¿El director ejecutivo ha dejado de ser humano y se ha convertido en un “replicante” de Blade Runner, y por eso le han cambiado su nombre o rango por las siglas C.E.O?
¿Es necesario cambiar el rey de nuestros vocablos en marketing: Su majestad LA VENTA, para decirme “sale”? ¡No, no salgo!
Yo que pensaba que dependíamos de la satisfacción de nuestros clientes en sentido externo y accionistas en sentido interno, y ahora resulta que todo es cosa de “costumers” y “stockholdens”...
Lo dicho, todos tontos del culo...
Voy a cambiar de táctica, y a partir de ahora cuando me suelten cualquiera de estas estúpidas referencias forasteras, seguiré la conversación en impecable inglés, y con total naturalidad.
Lo más probable es que entonces, mi muy cursi interlocutor (que podría haber dicho “snob” y no lo hago), no entendiendo una mierda de lo que le estaré hablando, me interpelará con un zafio: “¿mande?”
Y lo dejo aquí que tengo una reunión (que no un "meeting"...)
Palabra de galeno.